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Definido como antiacadémico y radicalmente subjetivo, a continuación paso a analizar los diferentes elementos morfológicos dentro de la obra de Egon Schiele.

Heirinch Benesch, a quien le hizo un retrato, describió el estilo de éste de la siguiente manera: «La belleza que Schiele nos regala en la forma y el color, nunca existió antes de él.»

  • LA FORMA :

Cualquier forma, cada figura de Schiele viene delimitada por la línea. Quizá sea esto lo más característico. Es a menudo una línea quebradiza, casi nunca recta, la cual se interrumpe una y otra vez o se acentúa para luego debilitarse. Por otro lado, es importante mencionar el hecho de que renuncia a la perspectiva tal y como solemos concebirla. Las figuras no están situadas en un espacio concreto y son enfocadas muchas veces desde ángulos poco comunes con el fin de deformarlas. De hecho, en ocasiones las percibimos como casi forzadas o en posiciones antinaturales.

 

    Cuando se autorretrataba las posiciones extrevagantes, las contorsiones o las muecas solían ser más utilizadas.

 

Es frecuente que algunas figuras aparezcan también enmarcadas por un visible contorno blanco que debe interpretarse como el aura o «luz astral».

 

  • EL COLOR:

Egon Schiele jugó en sus cuadros con el color con el fin de transmitir o expresar todavía más.

Sin embargo, es cierto que algunos colores prevalecen sobre otros. Es el caso del rojo, debido a su vinculación con la sensualidad:

Este color también ha sido utilizado por Egon Schiele para resaltar con más fuerza el elemento punto,  que coincide en la mayoría de los casos con zonas ya de por sí sugerentes , como pueden ser los pezones de las mujeres retratadas o sus labios.

No obstante, las anchas pinceladas de color que se entrelazan de forma brusca le han permitido crear evocadoras texturas. La piel siempre está representada como si estuviera llena de arañazos, rozaduras o manchas. Esto tiene como objetivo  resaltar al máximo la carnalidad del ser y se puede apreciar perfectamente en los siguientes ejemplos:

  • EL TONO:

Los cuadros urbanos de Egon Schiele y sus paisajes espirituales tienen,  al igual que sus autorretratos o casi todas sus obras, un fuerte valor simbólico. Por ejemplo, los árboles y las flores, las montañas o el agua los intentó humanizar, dibujar de forma que recuerden a movimientos corporales o que parezca que poseen sentimientos, como la alegría o la melancolía. Por otra parte, muchas de sus ciudades eran representadas como desoladas o muertas y se ayudaba para transmitirlo del color negro. Ahora bien, es dentro de estas obras donde se puede apreciar un mayor uso de las tonalidades porque, como ya dije antes, predomina más la mezcla o juego de colores en el resto.

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